miércoles, 9 de marzo de 2011

¿Renovarse o morir? Renovarse.

Es inevitable, en términos recientes, referirnos a la actualidad más inmediata a lo que en materia de "el precio de la cultura se refiere". Este es un tema que se ha debatido durante años, especialmente a partir de la aparición de la Escuela de Frankfurt, quienes acuñaron el término "industria cultural". La cultura, como industria, universaliza y masifica a los individuos que, inconscientemente, son partícipes de aquello que les envuelve, de algo que entre todos construyen y dan forma. Lo que se conoce como "cultura" no es más que el fiel reflejo de aquello que somos y que se es. Una cultura, es una forma de vida, un hábito y una conducta, del mismo modo que puede serlo, y de hecho, lo es, aquellos productos creativos y personales que se exhiben en el mercado y se venden como cualquier otro tipo de mercancía más. Es aquí donde la cultura adquiere el carácter de 'producto'. Y es aquí donde entendemos y avanzamos en el concepto de "empresa" en estrecha relación con la cultura.

Es inevitable detenernos en una realidad aparente. Una realidad que muchos no terminan de aceptar y, en cambio otros piden a gritos: la industria cultural ha cambiado. Y este hecho se hace más que latente en coincidencia con la reciente aprobación de la conocida como 'Ley Sinde', o la disposición segunda de la Ley de Economía Sostenible.

A continuación cito el texto, así como las imágenes, del director Álex de la Iglesia durante la celebración de los Premios Goya de la Academia del cine español, la cuál presidía hasta esos instantes:



En él, como otros muchos sostienen, se hace hincapié en el hecho de que "algo" ha cambiado. Y ese algo no es más que la propia evolución social, y cultural, de los individuos.
Si la cultura es una empresa, debe reinventarse como tal. Porque ninguna empresa, de ningún tipo, se sostiene sin ofrecer creatividad e innovación. El cine, al igual que el resto de artes, debe ofrecer un producto interesante, debe ser reflejo de unos bienes y unos servicios bien delimitados. Que hagan a la empresa cultural diferenciarse del resto, y esto se consigue a través de la propia imagen que ésta ofrezca. Pero, ¿qué imagen ofrece al público una industria, como es la del cine español, que se niega a la evolución? ¿Que encadena y perpetúa los viejos esquemas aún a sabiendas de lo arcaico del sistema?

Partimos de un hecho claro: como toda empresa, no sólo encontramos la parte productiva de la misma (la que agruparía a los autores, véase cineastas, músicos, escritores...), también existe una parte administrativa, de gerencia. Este último sector lo forman entes externos a la producción cultural en sí misma. Se trata de un conglomerado mediático ajeno, y en paralelo, al producto en sí, que bien parece anclado y arraigado a unos viejos esquemas que, pese a resultar rentables durante años, en los últimos tiempo parece haber dejado de serlo.

Así, partimos de una disyuntiva de responsabilidades que atañerían a ambos ámbitos de la empresa cultural:

Por su parte, la producción, la creación cultural, debe reinventar sus formatos. Ofrecer esa 'innovación' y esa 'creatividad' de la que hablábamos antes para aportar experiencias nuevas al espectador que despierten su interés y atraiga a ese público cada vez más alejado de las salas, o de las tiendas de música.

Por otro lado, las empresas deben replantearse su tradicional sistema de rentabilidad de negociación y administración de los productos culturales. Debe tratar de encontrar nuevos sistemas de comercialización y venta, ya sea, desde el aspecto económico (su precio), los canales de distribución (Internet), etc.

Resulta muy reseñable la iniciativa de 'Unión Cine Ciudad' para el fomento de la asistencia a las salas. En el último año, ha puesto en un par de ocasiones en marcha la distribución de unos tickets, de regalo con la compra de la entrada, que podían contener premios de todo tipo. Pero, llama especialmente la atención el hecho de que, entre esos premios, uno de ellos era '2x1' en cine. Esta iniciativa no sólo es la excusa perfecta para acudir a menudo, sino además el reclamo necesario para ir al cine. "Por tan sólo 2 ó 3 euros puedo ver una película, ¿por qué no?"
Tal vez muchas más empresas, en este caso, una asociada a la producción audiovisual (ya que no produce cine en sí mismo, sino que lo distribuye) deberían replantearse el producto que ofrecen, a qué precio, en qué circunstancias, bajo qué condiciones, con qué limitaciones... etc. para sobrevivir a lo que califican de fin de la cultura.


La vida es cultura y, como tal, todos tenemos derecho a disfrutar y construirla como nosotros, la sociedad, estimemos oportuno construirla. Pero, también es cierto que somos nosotros los que conformamos las empresas (a nivel industrial, o a nivel familiar). Por ello, todos tenemos una responsabilidad de mantenerla y avivarla. Porque, la cultura, lejos de desaparecer como algunos sostienen, está muy viva, porque todos somos cultura.



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